El miedo bañaba mi alma, el sol se
desvanecía sigilosamente y la oscuridad se avecinaba por el horizonte. El
tiempo había sucumbido y el vendaval agitaba los cielos mientras las nubes
derrumbaban el último atisbo de luz. La lluvia golpeaba estrepitosamente los
mares, las olas danzaban con gran furia ante la tormenta y yo seguía
inexorablemente en ese lugar, con los pies deslizándose sobre la suave arena,
sintiendo como la fría lluvia acariciaba mi frágil piel. Entonces aquel
estruendo retumbo en el desliz de mi alma e invadía de recuerdos imperceptibles
en mis horas de cordura cuando el sol menguaba aquellos pensamientos. Me quede observando el caer de las pequeñas
gotas de lluvia, me llamaban en silencio y yo atendía su llamado en aquel lento
anochecer a la orilla del mar, mientras el miedo desaparecía junto con el
romper de las olas y mi alma se perdía bajo el secreto de la lluvia resguardado
por las estrellas y contado por la Luna.
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